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miércoles, 17 de octubre de 2007

¿ Ellas mandan diferente ?



Tomado de :
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Angela Merkel en Alemania, Mary Mcaleese en Irlanda, Michelle Bachelet en Chile o Ellen Johnson-Sirleaf en Liberia: el poder político empieza a estar en manos femeninas. La política es, probablemente,el terreno en el que mayores logros de igualdad se han alcanzado. Pero no nos engañemos, la paridad está muy lejos: en el mundo sólo hay nueve jefas de Estado y cinco primeras ministras.
Según el Instituto de Investigaciones y Capacitación para la Promoción de la Mujer de Naciones Unidas, sólo el 16,3% de los parlamentarios del mundo son mujeres. Ruanda tiene el mayor número: un 48%. En España, donde por primera vez hay tantos ministros como ministras, el 36% de los diputados y el 25% de los senadores son mujeres.


La Ley de Igualdad obliga a que, a partir de las municipales del 27 de mayo, al menos ocupen el 40% de las listas electorales. Sin embargo, no todas las candidatas apelan a su condición femenina para atraer votos. En su campaña a la Presidencia alemana, Angela Merkel pidió que la eligieran por sus convicciones y propuestas, no por su sexo. Pero los estrategas de su campaña sabían que era una baza que no podían perder, y no la perdieron. Ella, y otras líderes, están haciendo una “toma pacífica del poder”, dice la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega. Pero cabe preguntarse si se trata sólo de un camino hacia la igualdad o va más allá, hacia una nueva forma de ejercerlo.

Democráticas y feministas

La filósofa Amelia Valcárcel sostiene que “es pronto para saber si un acceso aislado cambia la configuración del poder y tampoco podemos conocer si eso sucedería con una incorporación masiva”. Para la autora de “La política de las mujeres” (Cátedra), “la cuestión está en si la mujer llega al poder en un régimen democrático o no, en si es demócrata y feminista o no”. Y pone el ejemplo de Benazir Butho, ex presidenta de Pakistán, que “no cambió la forma de gobernar ni la condición de las mujeres”.

A su juicio, la mayor parte de las líderes mundiales, al margen de su orientación política, “tienen el sesgo democrático y feminista porque la democracia es feminista “per se”: pivota sobre el valor de la igualdad, lo que no sucede en un régimen totalitario”. La politóloga Lourdes López Nieto, sin embargo, cree que “no van a hacer cosas muy distintas a las que han venido haciendo los hombres”. Hace unas semanas, con motivo del II Encuentro España-África de mujeres, la presidenta de Liberia, Ellen Johnson-Sirleaf, dijo que, por su experiencia, podía afirmar que las mujeres tienden a ser más honestas.

Sin ir tan lejos, lo cierto es que, al llegar a puestos primer nivel, algunas han sacado partido a virtudes de la esfera privada atribuidas al género femenino, como la capacidad de comunicación, el pragmatismo, la tolerancia, la comprensión o las habilidades para negociar. “Llegan a un mundo masculinizado, aunque ser mujer puede no cambiar nada”, dice Raquel Osborne. Y señala a Margaret Thatcher. La ex primera ministra británica representa una de las dos formas que tienen ellas de ejercer el poder, la conocida como el “síndrome de la abeja reina”, explica. Son mujeres que piensan que, si han llegado a lo más alto, todas pueden hacerlo.

Ségolène Royal y Hillary Clinton representan la otra corriente: al margen de cómo hayan recorrido el camino hacia el poder, valoran el apoyo de otras y asumen su logro como colectivo. De hecho, el equipo que puede llevar a Clinton a la Casa Blanca es mayoritariamente femenino. Sin caer en generalizaciones, dice Valcárcel, “parece que ellas cuentan con las mujeres de forma natural y crean equipos mixtos, algo que no hacen los varones”.

Un estilo conciliador

Aunque no hay estudios al respecto, la experiencia apunta a que ellas, no sólo en la política, hacen gala de un estilo que tiene más en cuenta al grupo y es más conciliador. Pilar Folguera, profesora de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Madrid, señala dos casos de mujeres con habilidades negociadoras y empeñadas en buscar el consenso: Merkel y Pelosi. “Merkel ha formado un Gobierno de coalición con el principal partido de la oposición y ha relanzado el proceso de reconstrucción europea”, asegura. Además, gracias a sus habilidades, la Unión Europea ha logrado un acuerdo sobre un asunto clave con posturas muy enfrentadas: la política energética.

El caso de Pelosi también es paradigmático. “En un país tan fracturado políticamente –un presidente republicano, una Cámara de Representantes de mayoría demócrata y una sociedad dividida por la guerra–, está intentando llegar a acuerdos básicos”, señala la historiadora. La experiencia de Bachelet, tras más de un año como presidenta, es diferente: “En un país roto por una dictadura, ha buscado el consenso, pero los resultados no han sido satisfactorios”. Aunque Valcárcel también destaca la capacidad de Merkel y otras líderes para buscar consensos, se muestra más cáustica al atribuir estas cualidades al género femenino. “No sé si estos valores los tienen por sí mismas o por obligación, no hay características esenciales de las mujeres”, dice.

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